Ayer fue un día especial. Una despedida casi alegre.
Noviembre, un mes para no olvidar jamás… Mi hija Ana, mi padre-mi Rey más mi hermano Manolo. Todos en el mes de difuntos. Y nunca he ido a un cementerio. Nunca he llevado flores. ¿Para qué o quién?
Todos ellos y las dos mujeres más importantes de mi vida (mi madre y mi hermana), ya no están.
Mi corazón está repleto de amor por todos, y mi cerebro a tope de recuerdos alegres y tristes que no quiero que se vayan jamás.
Estimado Sr. Alzheimer, si alguna vez se cruza conmigo, pase de largo y siga su estúpido camino. No le permitiré que vacíe de recuerdos mi cerebro, pienso luchar con usted con las fuerzas que no tengo, pero que sacaré de donde sea necesario. Usted, junto con el Sr. Cáncer y el Sr. Infarto, son elementos que destrozan vidas y que, créanme, podrían desaparecer sin que nadie les echase en falta. Porque aquél a quien se llevan probablemente consiga finalmente la paz y el sosiego que anhelaban, pero a los que les rodeábamos de amor y cuidados… nos marcan de por vida y nos llenan de dudas ¿lo hicimos bien? ¿Pudimos hacerles saber cuánto les queríamos? ¿Dijimos todas las palabras?...
Nunca sabremos las respuestas, nadie vendrá a despejar las dudas.
Váyanse al infierno los tres, déjenme en paz mirar el cielo estrellado y buscar a mi gente que me hace guiños con su luz. Tengo localizada a mi hermana en El Escorial y, estoy segura de que hoy no estará sola, muy cerca de ella habrá otra estrella y cuando les hable, las dos destellarán alegres porque estarán muy cerca una de la otra. Váyanse al infierno.
Yo formo las raíces de mis hijos. Ellos son las ramas que brotan de este tronco nudoso del que algún día se desprenderán para germinar y crear sus propias ramas.
Yo he perdido las mías.
No puedo agradecerles nada a ustedes tres, odio su existencia absurda tanto como odio a las cucarachas, esos asquerosos seres que todavía no pueden justificar su existencia, ya que nadie sabe para qué puñetas sirven y están ahí en todas partes. A decir de los expertos serían los únicos elementos que seguirían vivos después de un desastre nuclear… La vida desaparecería en todo ser racional e irracional, las plantas, los árboles… todos desapareceríamos. Las repugnantes cucarachas repoblarían el mundo. Menudo futuro.
Déjenme mirar estrellas.
Déjenme buscarles nombre, ponerles cara, identificarlas con quien me dé la real gana.
No se me acerquen.
Pero, si lo hacen, sepan que no permitiré que me consuman gratuitamente, que no dejaré que me conviertan en un desecho dependiente de mi gente, maravillosa. Me ocuparé de no darles ese placer y buscaré la forma de quitarme de en medio lo más rápido posible.
Váyanse al infierno, si existe.