El corazón es un músculo y es un órgano vital. Es un motor y es un “ente” con decisiones propias que se agita, o se paraliza, según siente quien lo lleva dentro, independientemente de los propios deseos o los intentos de dominio por parte del portador.
Con el tiempo, el corazón se agita por “otras cosas” que ganan en importancia con la edad. La preocupación por los hijos, la familia, la salud de todos, los amigos a quienes un día elegiste con total libertad, en función de las afinidades y –por supuesto- los sentimientos. Ya no es hora de alterarse con los amores, hemos pasado todos los sarampiones y estamos inmunizados. Por un lado somos más fuertes ante determinadas cosas, duros ante algunas y extremadamente sensibles a otras. Seguros e inseguros a la vez. Sabemos lo que no queremos, lo tenemos clarísimo, y sabemos cómo evitarlo y colocarlo en el limbo de las cosas inútiles. Al propio tiempo, somos tremendamente vulnerables ante lo imprevisto, nuestra fuerza está limitada ante las cosas que no esperamos.
Creíamos que a cierta edad además de inmunizados contra los sarampiones, el resto de las cosas deberían deslizarse simplemente en una cuesta abajo, suave e imparable. Y cuando no lo hacen así, perdemos la tierra firme bajo nuestros pies y nos tambaleamos como si nos sacudiera un terremoto.
El limbo de las cosas inútiles, el mío, está prácticamente lleno…
Quisiera tener una inmensa espalda en la que almacenar los sobresaltos, y poder “pasar” de ellos en la esperanza de la llegada de tiempos mejores. Pero el tiempo, es lo único que me falta junto con la paciencia. Siempre he sido rebelde ante lo injusto, y he luchado contra ello con todas mis fuerzas, no tengo tiempo ni ganas de doblegarme ante cualquier cosa. Quizá porque todo me va tan mal, lo único que –pese a todo- ha supuesto una liberación para mí, hoy, me agobia y me angustia profundamente. Me cuesta entender las actitudes de muchos, su indolencia, su desinterés por lo que les rodea y su capacidad para obviar todo excepto lo que les afecte personalmente. Y estaré equivocada. Y me daré contra todas las esquinas, y me pasará lo que tenga que pasarme. Pero no me gusta lo que estoy viviendo y sí, puede que sean nervios lo que me ataca, no lo sé. Sé que duermo mal, no descanso suficiente, doy vueltas y vueltas a mi cabeza buscando soluciones, obligándome a renunciar a cosas, empeñándome en “aquí no pasa nada” mientras pasa. Pasan muchas cosas en mi entorno con las que no estoy conforme y a las que no puedo dar solución. Son muchos años luchando en soledad contra todo lo que no debería ser como es, pero es. Y estoy cansadísima. No sé si puedes entenderme.
Me disgustan cosas, me disgustan actitudes, me siento desplazada e incapaz de integrarme.
Mea culpa.