De muy jovencita soñaba a menudo que volaba. Más bien, me elevaba como un globo de helio y sentía un vértigo infinito. Cada vez más alto, cada vez más lejos.
Despertaba aterrorizada y envuelta en sudor frío, mi corazón latía como un tambor y mi respiración sonaba como un fuelle enloquecido.
Sueños, casi pesadillas, que se repetían una y otra vez con el mismo resultado final.
Más tarde, he olvidado casi todos excepto éste: Dormía en mi habitación de la playa, la que hoy es “cuarto de ordenadores” en la planta baja. El resto de la familia en el piso de arriba y yo dormía mirando hacia la ventana que a través de los visillos filtraba la luz mortecina de una farola. Veía perfectamente la habitación, los armarios frente a mí, la mesilla con la lámpara, la silla… De pronto, el colchón empezó a envolverme, había cobrado vida y estaba tragándose mi cuerpo, veía la habitación perfectamente mientras luchaba a brazo partido con el colchón, y al tiempo pensaba esto es una pesadilla, no está pasando, pero me sentía despierta totalmente consciente de lo que me rodeaba.
Intentaba llamar a mi madre, quería gritar y no me salía la voz apenas.
Durante un tiempo que me pareció eterno seguí luchando.
Finalmente, me senté en la cama –despierta del todo- con la sensación de haber vivido plenamente consciente el ataque de un colchón.
Últimamente sueño poco, o recuerdo pocos sueños.
De vez en cuando recuerdo haber caído en picado desde no sé donde, y ver como el suelo se acerca y se acerca hasta el último momento, cuando despierto finalmente con el corazón desbocado.
Si comparase los sueños de juventud con este último debería pensar en el ascenso y el descenso, así ahora estaría descendiendo, descolgándome de mi propia vida. O quizá se trate de la forma en que me veo cada día frente al espejo: Una imparable cuesta abajo física.
¿Me importa?
Sí y no, curiosamente uno no se reconoce a sí mismo en una foto –supuesto reflejo de la propia imagen- Yo, como mi hermana, odio las fotos y procuro salir en pocas. Y hoy lamento que no hayamos posado juntas jamás…
Me llevaría una alegría inmensa si existiera alguna, pero me temo que eso es imposible.
Al final, siempre sale ella.
Mis padres no están, ley de vida. Pero, ¿mi hermana? Mi única hermana, de la que ni siquiera la distancia fue capaz de separarme, se ha ido y mi alma está desgarrada, mis madrugones vacíos, mis palabras encerradas en la garganta… Quiero verla, quiero sentirla a mi alrededor y, mis dotes se han perdido y eso no ocurre. Sueño despierta y la invoco. Hazme una señal, yo sabré que eres tú.
Nada.
Sueños y pesadillas. La Nada. Llevo tres semanas encerrada en casa sin ánimo para asomar ni por la ventana.