viernes, 16 de diciembre de 2011

Sueños, pesadillas y realidades.

De muy jovencita soñaba a menudo que volaba. Más bien, me elevaba como un globo de helio y sentía un vértigo infinito. Cada vez más alto, cada vez más lejos.

Despertaba aterrorizada y envuelta en sudor frío, mi corazón latía como un tambor y mi respiración sonaba como un fuelle enloquecido.

Sueños, casi pesadillas, que se repetían una y otra vez con el mismo resultado final.

Más tarde, he olvidado casi todos excepto éste: Dormía en mi habitación de la playa, la que hoy es “cuarto de ordenadores” en la planta baja. El resto de la familia en el piso de arriba y yo dormía mirando hacia la ventana que a través de los visillos filtraba la luz mortecina de una farola. Veía perfectamente la habitación, los armarios frente a mí, la mesilla con la lámpara, la silla… De pronto, el colchón empezó a envolverme, había cobrado vida y estaba tragándose mi cuerpo, veía la habitación perfectamente mientras luchaba a brazo partido con el colchón, y al tiempo pensaba esto es una pesadilla, no está pasando, pero me sentía despierta totalmente consciente de lo que me rodeaba.

Intentaba llamar a mi madre, quería gritar y no me salía la voz  apenas.

Durante un tiempo que me pareció eterno seguí luchando.

Finalmente, me senté en la cama –despierta del todo- con la sensación de haber vivido plenamente consciente el ataque de un colchón.

Últimamente sueño poco, o recuerdo pocos sueños.

De vez en cuando recuerdo haber caído en picado desde no sé donde, y ver como el suelo se acerca y se acerca hasta el último momento, cuando despierto finalmente con el corazón desbocado.

Si comparase los sueños de juventud con este último debería pensar en el ascenso y el descenso, así ahora estaría descendiendo, descolgándome de  mi propia vida. O quizá se trate de la forma en que me veo cada día frente al espejo: Una imparable cuesta abajo física.

¿Me importa?

Sí y no, curiosamente uno no se reconoce a sí mismo en una foto –supuesto reflejo de la propia imagen-  Yo, como mi hermana, odio las fotos y procuro salir en pocas. Y hoy lamento que no hayamos posado juntas jamás…

Me llevaría una alegría inmensa si existiera alguna, pero me temo que eso es imposible.

Al final, siempre sale ella.                                         

Mis padres no están, ley de vida. Pero, ¿mi hermana?  Mi única hermana, de la que ni siquiera la distancia fue capaz de separarme, se ha ido y mi alma está desgarrada, mis madrugones vacíos, mis palabras encerradas en la garganta… Quiero verla, quiero sentirla a mi alrededor y, mis dotes se han perdido y eso no ocurre. Sueño despierta y la invoco. Hazme una señal, yo sabré que eres tú.

Nada.

Sueños y pesadillas. La Nada. Llevo tres semanas encerrada en casa sin ánimo para asomar ni por la ventana.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Añoranzas y desvelos...

Mi salud no es perfecta, nada preocupante creo, quizá sea más síquico que somático. El resultado es la sensación de no querer moverme de casa. Siento que si voy a alguna parte, desearé marcharme en cualquier momento y encerrarme entre cuatro paredes, dormir, leer…
Estas fechas siempre me dejan la sensación frustrante de que todo es mentira. Obligarnos a comprar, comer, comprar, comer… Reunirnos o quedarnos solos, sin luces de colores ni canciones pegajosas, sin velas (me encantan las velas), sin bolas en el árbol, sin regalos, sin risas, sin alegrías…
Ya estoy mayorcita para añorar ciertas cosas, pero no puedo evitarlo.
Aún no sé cual será mi situación laboral en esas fechas tan cercanas, empieza a importarme un rábano… ya se han cargado todos mis propósitos y me han dejado completamente vacía.
Y sin embargo, no resisto estar en la oficina. Odio cuanto me rodea allí. Me siento encadenada como un preso inocente, no tengo que acudir allí, no quiero hacerlo más. Me darán el alta y no quiero ni pensar en la obligación de incorporarme.
Ser un número sin identidad al cabo de 22 años, es la realidad en la empresa para la que trabajo. Los nuevos cambios después de la fusión, han dejado patente la importancia que tenemos para los políticos:
Una mierda somos, y cada día que pasa me afirmo en esa idea. Lo único que interesa es obedecer “la voz  de su ama” sin importar el resultado de esa obediencia. El 15 de diciembre desfilarán más de quince personas para ingresar en las filas del paro, mi relevo podría rescatar a una de esas personas, y otras dos para el relevo de dos más que han solicitado lo mismo. La respuesta es NO sin importar lo que la ley dice al respecto.
Nos espera un durísimo ajuste en todos los campos, siendo lo más curioso que ese ajuste no afectará en la misma medida a todos. Porque los directores, subdirectores, gerentes, asesores y políticos no serán medidos con la misma vara.
Y para colmo, Europa está comandada por la Alemania más fuerte económicamente de todos los tiempos, y dispuesta a dirigir los destinos de toda la zona para salvar el euro de los cojones. A partir de nada estaremos comandados, teledirigidos, no sólo por nuestros políticos. Ahora también por los designios de esa Alemania que nos manejará a todos. Cada día nos encaminamos a una debacle que puede acabar con los sueños de una Europa unida. Europa sí, ¿Pero quién formará esa Europa? ¿Sólo los fuertes? ¿Los más  poderosos a todos los niveles? Ellos decidirán sobre todos los aspectos de nuestras vidas obligando al gobierno a cumplir sus perspectivas bajo amenaza de sanción. Y todos como borregos siguiendo esos designios. Esto está para irse. Lástima de tiempo que no me llega.
Cada día entiendo más a los “Indignados” “Anonimus”, y cualquier otro movimiento antisistema.
Porque el sistema es una mierda.