viernes, 16 de diciembre de 2011

Sueños, pesadillas y realidades.

De muy jovencita soñaba a menudo que volaba. Más bien, me elevaba como un globo de helio y sentía un vértigo infinito. Cada vez más alto, cada vez más lejos.

Despertaba aterrorizada y envuelta en sudor frío, mi corazón latía como un tambor y mi respiración sonaba como un fuelle enloquecido.

Sueños, casi pesadillas, que se repetían una y otra vez con el mismo resultado final.

Más tarde, he olvidado casi todos excepto éste: Dormía en mi habitación de la playa, la que hoy es “cuarto de ordenadores” en la planta baja. El resto de la familia en el piso de arriba y yo dormía mirando hacia la ventana que a través de los visillos filtraba la luz mortecina de una farola. Veía perfectamente la habitación, los armarios frente a mí, la mesilla con la lámpara, la silla… De pronto, el colchón empezó a envolverme, había cobrado vida y estaba tragándose mi cuerpo, veía la habitación perfectamente mientras luchaba a brazo partido con el colchón, y al tiempo pensaba esto es una pesadilla, no está pasando, pero me sentía despierta totalmente consciente de lo que me rodeaba.

Intentaba llamar a mi madre, quería gritar y no me salía la voz  apenas.

Durante un tiempo que me pareció eterno seguí luchando.

Finalmente, me senté en la cama –despierta del todo- con la sensación de haber vivido plenamente consciente el ataque de un colchón.

Últimamente sueño poco, o recuerdo pocos sueños.

De vez en cuando recuerdo haber caído en picado desde no sé donde, y ver como el suelo se acerca y se acerca hasta el último momento, cuando despierto finalmente con el corazón desbocado.

Si comparase los sueños de juventud con este último debería pensar en el ascenso y el descenso, así ahora estaría descendiendo, descolgándome de  mi propia vida. O quizá se trate de la forma en que me veo cada día frente al espejo: Una imparable cuesta abajo física.

¿Me importa?

Sí y no, curiosamente uno no se reconoce a sí mismo en una foto –supuesto reflejo de la propia imagen-  Yo, como mi hermana, odio las fotos y procuro salir en pocas. Y hoy lamento que no hayamos posado juntas jamás…

Me llevaría una alegría inmensa si existiera alguna, pero me temo que eso es imposible.

Al final, siempre sale ella.                                         

Mis padres no están, ley de vida. Pero, ¿mi hermana?  Mi única hermana, de la que ni siquiera la distancia fue capaz de separarme, se ha ido y mi alma está desgarrada, mis madrugones vacíos, mis palabras encerradas en la garganta… Quiero verla, quiero sentirla a mi alrededor y, mis dotes se han perdido y eso no ocurre. Sueño despierta y la invoco. Hazme una señal, yo sabré que eres tú.

Nada.

Sueños y pesadillas. La Nada. Llevo tres semanas encerrada en casa sin ánimo para asomar ni por la ventana.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Añoranzas y desvelos...

Mi salud no es perfecta, nada preocupante creo, quizá sea más síquico que somático. El resultado es la sensación de no querer moverme de casa. Siento que si voy a alguna parte, desearé marcharme en cualquier momento y encerrarme entre cuatro paredes, dormir, leer…
Estas fechas siempre me dejan la sensación frustrante de que todo es mentira. Obligarnos a comprar, comer, comprar, comer… Reunirnos o quedarnos solos, sin luces de colores ni canciones pegajosas, sin velas (me encantan las velas), sin bolas en el árbol, sin regalos, sin risas, sin alegrías…
Ya estoy mayorcita para añorar ciertas cosas, pero no puedo evitarlo.
Aún no sé cual será mi situación laboral en esas fechas tan cercanas, empieza a importarme un rábano… ya se han cargado todos mis propósitos y me han dejado completamente vacía.
Y sin embargo, no resisto estar en la oficina. Odio cuanto me rodea allí. Me siento encadenada como un preso inocente, no tengo que acudir allí, no quiero hacerlo más. Me darán el alta y no quiero ni pensar en la obligación de incorporarme.
Ser un número sin identidad al cabo de 22 años, es la realidad en la empresa para la que trabajo. Los nuevos cambios después de la fusión, han dejado patente la importancia que tenemos para los políticos:
Una mierda somos, y cada día que pasa me afirmo en esa idea. Lo único que interesa es obedecer “la voz  de su ama” sin importar el resultado de esa obediencia. El 15 de diciembre desfilarán más de quince personas para ingresar en las filas del paro, mi relevo podría rescatar a una de esas personas, y otras dos para el relevo de dos más que han solicitado lo mismo. La respuesta es NO sin importar lo que la ley dice al respecto.
Nos espera un durísimo ajuste en todos los campos, siendo lo más curioso que ese ajuste no afectará en la misma medida a todos. Porque los directores, subdirectores, gerentes, asesores y políticos no serán medidos con la misma vara.
Y para colmo, Europa está comandada por la Alemania más fuerte económicamente de todos los tiempos, y dispuesta a dirigir los destinos de toda la zona para salvar el euro de los cojones. A partir de nada estaremos comandados, teledirigidos, no sólo por nuestros políticos. Ahora también por los designios de esa Alemania que nos manejará a todos. Cada día nos encaminamos a una debacle que puede acabar con los sueños de una Europa unida. Europa sí, ¿Pero quién formará esa Europa? ¿Sólo los fuertes? ¿Los más  poderosos a todos los niveles? Ellos decidirán sobre todos los aspectos de nuestras vidas obligando al gobierno a cumplir sus perspectivas bajo amenaza de sanción. Y todos como borregos siguiendo esos designios. Esto está para irse. Lástima de tiempo que no me llega.
Cada día entiendo más a los “Indignados” “Anonimus”, y cualquier otro movimiento antisistema.
Porque el sistema es una mierda.


sábado, 12 de noviembre de 2011

Despedidas...

Ayer fue un día especial. Una despedida casi alegre.
Noviembre, un mes para no olvidar jamás… Mi hija Ana, mi padre-mi Rey más mi hermano Manolo. Todos en el mes de difuntos. Y nunca he ido a un cementerio.  Nunca he llevado flores. ¿Para qué o quién?
Todos ellos y las dos mujeres más importantes de mi vida (mi madre y mi hermana), ya no están.
Mi corazón está repleto de amor por todos, y mi cerebro a tope de recuerdos  alegres y tristes que no quiero que se vayan jamás.
Estimado Sr. Alzheimer, si alguna vez se cruza conmigo, pase de largo y siga su estúpido camino. No le permitiré que vacíe de recuerdos mi cerebro, pienso luchar con usted con las fuerzas que no tengo, pero que sacaré de donde sea necesario. Usted, junto con el Sr. Cáncer y el Sr. Infarto, son elementos que destrozan vidas y que, créanme, podrían desaparecer sin que nadie les echase en falta. Porque aquél a quien se llevan probablemente consiga finalmente la paz y el sosiego que anhelaban, pero a los que les rodeábamos de amor y cuidados… nos marcan de por vida y nos llenan de dudas ¿lo hicimos bien? ¿Pudimos hacerles saber cuánto les queríamos? ¿Dijimos todas las palabras?...
Nunca sabremos las respuestas, nadie vendrá a despejar las dudas.
Váyanse al infierno los tres, déjenme en paz mirar el cielo estrellado y buscar a mi gente que me hace guiños con su luz. Tengo localizada a mi hermana en El Escorial y, estoy segura de que hoy no estará sola, muy cerca de ella habrá otra estrella y cuando les hable, las dos destellarán alegres porque estarán muy cerca una de la otra. Váyanse al infierno.
Yo formo las raíces de mis hijos. Ellos son las ramas que brotan de este tronco nudoso del que algún día se desprenderán para germinar y crear sus propias ramas.
Yo he perdido las mías.
No puedo agradecerles nada a ustedes tres, odio su existencia absurda tanto como odio a las cucarachas, esos asquerosos seres que todavía no pueden justificar su existencia, ya que nadie sabe para qué puñetas sirven y están ahí en todas partes. A decir de los expertos serían los únicos elementos que seguirían vivos después de un desastre nuclear… La vida desaparecería en todo ser racional e irracional, las plantas, los árboles… todos desapareceríamos. Las repugnantes cucarachas repoblarían el mundo.  Menudo futuro.
Déjenme mirar estrellas.
Déjenme buscarles nombre, ponerles cara, identificarlas con quien me dé la real gana.
No se me acerquen.
Pero, si lo hacen, sepan que no permitiré que me consuman gratuitamente, que no dejaré que me conviertan en un desecho dependiente de mi gente, maravillosa. Me ocuparé de no darles ese placer y buscaré la forma de quitarme de en medio lo más rápido posible.
Váyanse al infierno, si existe.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Brillas mientras me apago.

 El insomnio ataca de nuevo. A las cinco de la mañana ya estoy en pie.
¿Sabes? Lo hablamos muchas veces, mi forma de despertarme es rotunda. Abro los ojos y salto de la cama porque no resisto un segundo en ella despierta. A ti te pasaba lo mismo… Herencia materna, supongo.
Anteanoche, en el hospital, después de recorrer pasillos interminables conseguí salir al exterior y fumarme un par de cigarrillos mientras te buscaba en el cielo que, en tu honor, iba despejándose de las nubes que durante todo el día lo inundaron descargando una lluvia fina pero intensa. Allí estabas, tan brillante como en El Escorial. Desde el porche de la casa, sentada frente a la visión de lo que se intuye unas montañas, te encuentro siempre en el mismo sitio. La más grande, emitiendo destellos que imagino guiños dedicados a mí, a hacerme saber que nos arropas un poco a todos.
Te hablo y brillas aún más.
La situación no puede ser más desalentadora. Quizá lo sabes, quizá quieres llevarle contigo ahora, antes de que esa enfermedad monstruosa siga comiéndole por dentro cada día, consumiéndole por fuera poquito a poco. Hazlo hermana, está sufriendo más por su dignidad que por cualquiera de las múltiples secuelas de los tratamientos, más que por el proceso ¿natural? de la maldita cobra venenosa que lo habita.
Anteanoche me recosté en el sofá, dispuesta a estar atenta a cualquier movimiento, y no sé si pude conseguirlo a pesar de no tomar mi pastilla mágica… No estoy segura de haberle atendido al instante… Quizá me llamó más de una vez, pero su voz carece de potencia. Envejezco hermana. Mis músculos y mis huesos protestan cada vez más alto y quiero gritar ¡¡ahora no!! Mientras  me caen lágrimas como ciruelas porque no he podido cumplir con mi palabra. Maldita sea mi empresa. Malditos sean los capitostes  paniaguados de la administración local. Malditos todos cuantos han puesto trabas a mi libertad.
Hoy quizá tenga que llevar al Pepinillo al Hospital… Anoche tenía fiebre y –siguiendo su  costumbre- decidió que la cama era la mejor cura. Apenas sin comer, se acuesta y cree que al día siguiente estará perfecto. Normalmente estará peor, empezará a tener problemas para respirar, perderá las fuerzas, y tendré que subirle al coche a hostia limpia e ingresarle. Bien, así los tendré a los dos en el mismo sitio…
Mujeres fuertes, duras como rocas. Supermujeres agotadas de serlo. Mujeres hartas de ser pilares que lo sostienen casi todo.
Te habla una “supermujer” que se ha cansado de serlo, que se ha cansado de que le digan “no te vengas abajo, tu puedes con todo, si tú te dejas vencer… ¿qué será de mí?” Yo también necesito un pilar en el que apoyarme, soy tan humana como cualquier otra. Me rompo como el cristal de Bohemia, y sí, me recompongo enseguida, pero cada día lo hago peor y siempre queda algún diminuto trocito que se pierde en algún limbo, irrecuperable.
Finalmente, además de insomne impenitente, seré un jarroncito lleno de parches que se vendrá abajo al menor soplo. Yo tampoco quiero llegar ahí, cariño.
¿Quieres saber qué es lo que más me reconcilia con el mundo? El abrazo infinito de Fernando y Raquel, de Laura. Patu es un mundo aparte, porque está en mi vida desde hace mucho tiempo y es recíproco.
Me faltas tú.
Supermujer que no creía serlo. La propietaria de un carisma tan especial, que cualquiera que te conociera te quería a morir y tú no lo sabías. Ahora lo habrás visto desde algún sitio.
Te quiero Ceditas, mi mana, mi confidente, mi compañera de risas y llantos.
No hay un solo día que no estés conmigo.
Insomnio, tú tampoco me dejas un solo día.

martes, 18 de octubre de 2011

VIAJAR CONTIGO...

Octubre avanza despacito, todavía no se resuelve el asunto de mi libertad y yo me desespero. La paciencia no es una de mis mayores virtudes, al menos no en este tipo de asuntos. Todo el mundo tiene miedo a tomar decisiones que no gusten a la jefa suprema, el resto importa un comino.
Una gestión que se ha realizado con anterioridad hasta tres veces, sin problema de ningún tipo, en mi caso se complica y se retuerce… Por cinco veces he abandonado proyectos planteados en razón de mi libertad. No se trata en ningún caso de caprichos personales, de viajes de placer, de vacaciones en Bahamas, ni de cruceros por el Caribe.
Simplemente deseo mi libertad para estar donde me necesiten, con la tranquilidad y el tiempo necesarios. Sin fechas ni obligaciones laborales. ¿Es tan difícil de entender?
Anoche me acosté temprano, me tomé dos pastillitas mágicas, y… a las dos y media de la mañana estaba sentada en el salón. Absolutamente atontolinada, pero sentadita preguntándome ¿qué hago yo aquí?
La inquietud que vivo me descoloca. No consigo paz interior.
Mario anuncia su partida y empieza  a trasladar sus cosas. Paso a paso, sin prisas. Jose Luis está totalmente hundido con este tema. “Nos quedamos solos…” me dice. Bueno, ya era hora ¿no? Contesto.
Entiendo a los dos y procuro que lo que yo siento, no traspase más allá de los límites de mi cerebro.
Tiene 37 años, es un hombre. Tiene que vivir su vida, necesita su espacio y con nosotros no puede tenerlo. Se va y le deseo que le vaya estupendamente, que todo le funcione de maravilla y, de paso, que quizá los dos solos empecemos a necesitar menos cosas cuando yo no trabaje.
Por lógica, ahorraremos dinero, saldremos despacito de los problemas mayores, y no será tan dramático como Gates quiere verlo.
Echaré de menos a mi niño. Nadie sabe cuánto. Sólo pido no perderle como estoy perdiendo a su hermano. No puedo perder más gente a la que adoro… El cupo está más que cubierto, y superarlo necesita tiempo, mucho tiempo.
Acabo de volver de la casa de la playa, he hecho un viaje relámpago para acompañar a mi gente en un momento en que necesitaban de mí. De mí, o de cualquiera de mis sobrinos. Yo he podido con más facilidad que ellos, el trabajo no está para jugársela y a mí, “para lo que me queda en el Convento…” Pues, eso.
La llegada a la casa intenté que fuera lo más normal del mundo y creo que lo conseguí. Lo duro fue todo lo demás. Amanecer, y no encontrarla. Tomar sola el primer café. Sentarme en el ordenador sin su compañía… y pasar los días más largos de mi vida entre aquellas paredes. Abrir un armario y encontrar su ropa, oler su perfume, ver su cama vacía, saber que nunca más va a estar en ninguna parte. Mi hermana, mi Merche, mi queridísima Merche.
Me volví con su coche, y lo cierto es que tuve una cierta precaución porque no se movía desde hacía tiempo, porque no sabía su estado general, y estoy mal acostumbrada a manejar coches prácticamente nuevos. De manera que, llené el depósito y salí en dirección a Madrid.
 Oye, siéntate aquí conmigo, ponte el cinturón, y no te preocupes. No correré demasiado, y a mitad de camino, nos tomamos un café y llamamos a Julica ¿vale?
No sé si se sentó, pero me gusta creer que lo hizo.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

La tristeza, la niebla húmeda...

 La tristeza es una niebla densa y húmeda que envuelve el alma. Se instala y se acomoda haciéndose dueña del cuerpo, y convierte al ser que habita en un zombi que se desplaza en cualquier dirección como si la vida le hubiese abandonado y, simplemente, se deja llevar.
El tiempo quizá consiga despejarla algún día, entonces, cuerpo y alma saldrán dañados irreparablemente. Pasará factura en algún momento y mientras tanto la vida seguirá pasando sin cambiar el ritmo.
Mi pena es tan honda que tardará mucho en salir –si es que algún día sale- Cuesta mucho enfrentar cada día con la sensación de haber perdido una parte de ti. Mutilada de algún miembro esencial para seguir viviendo. Imagino un larguísimo periodo de adaptación, multitud de cosas que nunca podrás volver a hacer… Aceptar esas carencias, aprender a vivir de nuevo y de distinta forma, y sobre todo, recuperar alguna ilusión, tan necesaria para continuar la andadura.
Empezar a olvidar proyectos apenas esbozados, pero tan lógicos, que cuesta abandonarlos  por saber que ya nunca culminarán en nada de lo que pensamos. Ambas.
Quisiera recordar todas las cosas que nos hicieron reír tanto, una a una, sin perder la más mínima. Fueron muchas. Juntas, fuimos especiales. Recuerdo los desayunos de la playa, con nuestros padres, riendo todos hasta saltarnos las lágrimas. Lamento saber, que nunca volveremos a vivirlo.
Si realmente existe algún lugar en el que reposar finalmente, quisiera que estuvierais juntos y felices del reencuentro. Quisiera también que me esperaseis… no creo que tarde mucho. Volveríamos a esos desayunos. Seguro que habrá un karaoke celestial…  Y romperemos las nubes cantando “Jalisco, no te rajes”.
Me asusta que esa niebla de la tristeza, se convierta en un traje de neopreno, se pegue a mi piel, y no haya nada que pueda despegarlo.
Me asusta no saber cómo seguir adelante… Ya sabes, Capricornio… Tierra firme bajo los pies, todo bien mascadito, todo seguro, con la mínima concesión al error.
Y una larga vida llena de errores…

Insomnia: La vida alrededor...

Insomnia: La vida alrededor...: Existen muchas formas de enfrentar la vida. Nuestra cultura pasa de puntillas sobre "las normas" que nos llevan inevitablemente a la muer...

jueves, 1 de septiembre de 2011

La vida alrededor...




Existen muchas formas de enfrentar la vida. Nuestra cultura pasa de puntillas sobre "las normas" que nos llevan inevitablemente a la muerte. No podemos aceptarla como el epílogo del libro que los que amamos han escrito.
Los queremos siempre a nuestro lado, forman parte del aire que respiramos.  Sabemos que un día nos iremos todos, pero aquellos que nos tocan directamente al corazón deseamos que sean eternos.
Algo o alguien los coge de la mano y los arranca de nuestro lado y nos deja una herida abierta que cierra muy lentamente.
La vida alrededor continúa... Todos caminan en todas direcciones, van derechitos a continuar con el libro que iniciaron algún día... Y ella no está.
Nadie puede escribir por su propia mano la palabra "fin" en la última hoja.
Mientras tanto, la vida continúa alrededor.
Por mucho tiempo nada será igual.
Un día podremos hablar de ello sin que se nos rompa la garganta, pero nunca saldrán de nuestro corazón y nuestro cerebro.
En mi libro de la vida he escrito varios "fin" ajenos, Mi corazón se ha roto en miles de pedacitos diminutos. Se han ido uniendo lentamente, pero van quedando pequeños fragmentos incompletos. Posiblemente este corazón tiene
agujeritos enormes imposibles de reconstruir. Mi hija murió hace cuarenta años. Apenas pude disfrutar de ella y no puedo olvidar el día en que se fue, puedo ver perfectamente su carita...
Mi madre se fue en muy poco tiempo,, pero tuve el suficiente para envolverla con mi cariño y empaparme de su presencia.
Mi padre estuvo a punto de marcharse, pero logramos recuperarle durante unos cuantos años. Antes de irse, se llevó todas las palabras que deseaba decirle y recibió todo el amor que sentíamos y todo el cuidado
que necesitaba.
Desde Junio he intentado que ella, mi hermana Mercedes, recibiera todo cuanto necesitara y, sobre todo, fuera consciente de lo importante que mis hermanos son para mí.
Desgraciadamente en Agosto, solo he hablado por teléfono... El agujero de su ausencia no cerrará jamás.
Me han quedado muchas cosas por decir, muchas por hacer, muchísimas.

La vida continúa alrededor.

Mi vida está mutilada desde el 26 de Agosto.

No perdonaré a esa mano que te arrancó de mi vida en un segundo.

Y la vida, alrededor...

viernes, 12 de agosto de 2011

Renovarse, o morir...

Apenas unas horas me separan de “la libertad”…
Ocho días que se convertirán en doce por la gracia de las fiestas. Espacio y tiempo para usar a mi antojo.
Insomnio malcurado a pastillazos, que pretendo emplear de la mejor forma. He de encontrar la fórmula mágica que me ayude a alejarme de las pildoritasloscohones. Que mis noches dejen –finalmente- mi cerebro en blanco, que la angustia no me atenace la garganta, que los sueños no se conviertan en pesadillas, que el dolor por lo propio y lo ajeno dé una tregua y al cerrar los ojos, llegue el día al volver a abrirlos.
Agosto aprieta todo lo que no pudo Julio, el ventilador –apenas sonoro- reparte el aire en todas direcciones y parece refrescar la densa oscuridad de mis noches. No añoro las terracitas, ni los jardines que me obligaban a ponerme chaquetitas en los hombros. Mis días transcurrirán entre las paredes de mi casa, ideando como cambiar la imagen total sin gastar un duro más.
Necesito rodearme de un ambiente nuevo, partir de cero.
A lo largo y ancho de mi vida adulta he cambiado seis veces de casa, y la única vez que creí encontrar la definitiva, todo fue tan mal, que perdí la ilusión y no soy capaz de recuperarla.
Esta casa, debería ser la última… Como de costumbre, me resulta imposible asegurar este extremo. No puedo imaginarme un solo traslado más. Las fuerzas han menguado sensiblemente. Estoy llegando al final de mi vida laboral y el horizonte no me muestra nada especial. No quiero pensar demasiado en ello pero este último año y el anterior, han ido perfilando un futuro mucho más negro de lo que sería deseable. ¿Razones? Unas cuantas…
¿Cómo sería la séptima?
Diáfana, minimalista, cómoda. Lo más libre posible de mobiliario y armatostes. Mis libros, mi ordenador, una cama fantástica, una cocina espaciosa, y un salón acogedor con lo justo y necesario…
Necesito un aire nuevo a mí alrededor.
Necesito urgentemente aire fresco.


lunes, 21 de febrero de 2011

A VECES ME ROMPO...


A veces me rompo. En mil pedacitos minúsculos que se dispersan por todas partes hasta que consigo recomponerlos. En esos momentos sé, que tengo de marcharme de donde quiera que esté. Que no puedo permanecer ni un segundo más en los sitios, que necesito volar lo más alto y lo más lejos.
Y volé bajo la lluvia, atravesando la niebla a duras penas y pensando que –de pasarme algo- al menos cobrarían el seguro de vida que tengo a través de la empresa. Catatónica, descompuesta, con un dolor profundo instalado en el corazón.
Y lo entiendo todo, que quede claro. Pero no puedo evitar que me duela tanto. Nada he pedido. Nada quiero. Saldré. Me costará más o menos, pero saldré una vez más a flote y no soy orgullosa. No es orgullo, en absoluto, pero jamás tendré un problema con mi gente por dinero. Así lo he entendido siempre y creo que ha quedado clarísimo en todo momento. Bien, ahora más. Ahora necesito que quede más claro que nunca.
Entiendo todo, insisto. Creo estar dotada de un cerebro amueblado como un piso piloto. Puede cuestionarse su utilización, pero jamás su existencia.
De todo esto sacaré algo nuevo, y necesito canalizar la experiencia sin que nadie salga dañado. Mi necesidad nace del exceso de conocimiento de mí misma. Puedo ser generosa hasta la saciedad, puedo ser comprensiva incluso en exceso, pero también puedo alejarme de todo lo que me daña y enterrarlo hasta el fin de mis días. Todo depende en este momento de cómo enfoque lo que ha sucedido. De que me empeñe en comprender lo que ha provocado todo esto y alguna actitud que se me escapa. No he sido jamás inaccesible para nadie y me cuesta entender lo ocurrido a lo largo de estas dos semanas largas. Mi fin de semana ha sido absolutamente demencial. Poco a poco espero retomar la serenidad y terminar de recomponer mis pedacitos.
Deseo volver a ser la misma de siempre, aparcar todo esto en el limbo de las cosas imposibles. Y pasar página.
El hilo que me separa de la depresión profunda está muy tenso. Camino invariablemente por el filo de un precipicio y no quiero mirar abajo. Tengo mis pastillas mágicas, he aumentado la dosis para dormir y de momento, duermo de un tirón. Tanta química confío en que no me convierta en Mr. Hyde.
Rematando la situación se encuentra el tema laboral…
Ya no me sirve de liberación para nada, no me divierte, no me permite aprender nada nuevo…
¡¡Que oportuno, todo!!

miércoles, 16 de febrero de 2011

ESTO DEBE SER LA LEY DE MURPHY...

¿La Ley de Murphy?

Últimamente funcionan las cosas aún peor, y eso debe ser la famosa Ley de Murphy…
Y no es que esto último no sea normal, es simplemente que me va a costar muchísimo asimilarlo y más aún aceptarlo.
Mi cómplice se va de casa. Sus circunstancias laborales lo exigen y probablemente también las personales. Lo entiendo perfectamente. Pero siento que me despojan de algo que me resulta vital, en este maremágnum de cosas imposibles rodeándome.
La primera vez que dio el paso lo tenía a cinco minutos de coche, me invitaba a comer, a ver pelis de vídeo… Incluso puede que nos viésemos entonces más de lo que nos vemos ahora. Y estaba ahí, a un pasito.
 Mi otro muchacho tiene su vida que discurre también muy cerca, pero son las suyas otras circunstancias y las mías completamente distintas a entonces. De ahí mi desesperanza y mi tristeza tan profundas. No dispongo de tiempo ni de tantas otras cosas que me encantaría poseer y compartir. Tampoco él parece necesitarme en absoluto y hay cosas que no pueden forzarse.
Mi cómplice vuela y yo me siento como si me abrieran en canal con un hacha.
Ayer miraba a mi alrededor y sentía que si –de pronto- pierdo la opción de que se abra una puerta y entre mi torbellino gastando bromas, contando chistes horribles, o diciendo barbaridades… Se me van con él un montón de opciones para desconectar.
Y pienso en toda una vida huyendo hacia delante, empujando el tiempo para que pase pronto, apretando los puños, rechinando los dientes. Y no me gusta.
El día en que yo me marché, él fue el único capaz de entenderme y escucharme.  Aunque parezca lo contrario, es poco comunicativo con sus cosas, y no es fácil que se abra lo suficiente para hacerte partícipe de lo más profundo. Pero sé que no es feliz, que se encierra con sus cosas y se mantiene lo más lejos posible del resto. Él también huye hacia delante, él también empuja el tiempo con todas sus fuerzas y le entiendo perfectamente, porque se parece tanto a mí, que me hace daño…
Daño porque no somos retorcidos, ni ladinos. Porque nos las pueden dar todas en el mismo carrillo y quizá se nos salten las lágrimas… pero no nos defendemos con la violencia, ni somos estrategas, ni vengativos, ni malintencionados.
Mi cómplice va a la deriva, y necesita agarrar firmemente el timón de su vida. Definirse de una puñetera vez y lanzarse sin paracaídas a la consecución de sus fines. Es noble mi niño. Es generoso. Merece algo mejor y deseo que encuentre el camino.
Los días pasan y mi dolor se agudiza. Soy Capricornio, signo de tierra. Necesito sentir el suelo firme bajo mis pies, no quiero volar ni navegar, quiero caminar y sentir la dureza del camino a cada paso. Él también es Capricornio…
Se equivocó la paloma,
Se equivocaba…

jueves, 27 de enero de 2011

EL CORAZÓN

El corazón es un músculo y es un órgano vital. Es un motor y es un “ente” con decisiones propias que se agita, o se paraliza, según siente quien lo lleva dentro, independientemente de los propios deseos o los intentos de dominio por parte del portador.
Con el tiempo, el corazón se agita por “otras cosas” que ganan en importancia con la edad. La preocupación por los hijos, la familia, la salud de todos, los amigos a quienes un día elegiste con total libertad, en función de las afinidades y –por supuesto- los sentimientos. Ya no es hora de alterarse con los amores, hemos pasado todos los sarampiones y estamos inmunizados. Por un lado somos más fuertes ante determinadas cosas, duros ante algunas y extremadamente sensibles a otras. Seguros e inseguros a la vez. Sabemos lo que no queremos, lo tenemos clarísimo, y sabemos cómo evitarlo y colocarlo en el limbo de las cosas inútiles. Al propio tiempo, somos tremendamente vulnerables ante lo imprevisto, nuestra fuerza está limitada ante las cosas que no esperamos.
Creíamos que a cierta edad además de inmunizados contra los sarampiones, el resto de las cosas deberían deslizarse simplemente en una cuesta abajo, suave e imparable. Y cuando no lo hacen así, perdemos la tierra firme bajo nuestros pies y nos tambaleamos como si nos sacudiera un terremoto.
El limbo de las cosas inútiles, el mío, está prácticamente lleno…
Quisiera tener una inmensa espalda en la que almacenar los sobresaltos, y poder “pasar” de ellos en la esperanza de la llegada de tiempos mejores. Pero el tiempo, es lo único que me falta junto con la paciencia. Siempre he sido rebelde ante lo injusto, y he luchado contra ello con todas mis fuerzas, no tengo tiempo ni ganas de doblegarme ante cualquier cosa. Quizá porque todo me va tan mal, lo único que –pese a todo- ha supuesto una liberación para mí, hoy, me agobia y me angustia profundamente. Me cuesta entender las actitudes de muchos, su indolencia, su desinterés por lo que les rodea y su capacidad para obviar todo excepto lo que les afecte personalmente. Y estaré equivocada. Y me daré contra todas las esquinas, y me pasará lo que tenga que pasarme. Pero no me gusta lo que estoy viviendo y sí, puede que sean nervios lo que me ataca, no lo sé. Sé que duermo mal, no descanso suficiente, doy vueltas y vueltas a mi cabeza buscando soluciones, obligándome a renunciar a cosas, empeñándome en “aquí no pasa nada” mientras pasa. Pasan muchas cosas en mi entorno con las que no estoy conforme y a las que no puedo dar solución. Son muchos años luchando en soledad contra todo lo que no debería ser como es, pero es. Y estoy cansadísima. No sé si puedes entenderme.
Me disgustan cosas, me disgustan actitudes, me siento desplazada e incapaz de integrarme.
Mea culpa.

lunes, 17 de enero de 2011

SABER DEMASIADO, CALLAR Y TRAGAR.

No tengo edad para esto, lo reconozco. Tengo todos los sarampiones pasados, y además olvidados.
La vanidad, la prepotencia, el fasto y el boato… No importa el color político de cada quien, casi todos caen en lo mismo. Valoran el tamaño de su despacho en relación con su importancia jerárquica. Quieren “alfombras persas” y grifería de oro en sus baños de mármol, viven su particular cuento de Las Mil y Una Noches (porque –probablemente- no pasarán de ahí: 1001 noches).
El año recién estrenado, al que afortunadamente nada pedí, me trae noticias laborales que estremecen e indignan por lo injustas. Afectan especialmente a mi entorno, aunque creo que ninguno de nosotros se va a librar de la purga. Quizá los lameculos profesionales mantengan su status, ése que les durará hasta la próxima, o sea, dos telediarios. Nunca he entendido la necesidad de estos manejos, el sentido común nos dice que nada es eterno, nos llueven e-mail con trantas hindúes, frases de escritores célebres, legados a priori de quienes –aún más que yo- pasaron sus sarampiones y los olvidaron mil veces.
Te dicen “Vive como si fuera el último día”… “La amistad es lo más importante”, “cuida a tus amigos”, “Ama a tus semejantes”. Mil y Una Frases. Mil y Una Noches.
Quiero mirar hacia atrás sin ira. Y no podré hacerlo.
Quiero vivir con “talante” (que alguien me explique el significado, por favor, que ando perdida), y me salen juramentos en arameo.
Entro en una fase vital que soñaba tranquila, sin sobresaltos, dispuesta a utilizar “Ausonia Evolution” a la menor oportunidad, apuntarme a clases de Macramé, de chino mandarín, lanzarme en paracaídas, hacer puenting… Y ni siquiera puedo hacer “ventaning” que vivo a nivel de calle.
Cuando mire atrás, escupiré por un colmillo como un vaquero del Oeste Americano de “entonces”.
Regañaré a los jóvenes y a los viejos, me meteré con los que levanten la voz, escupan en el suelo, no utilicen las papeleras, fumen y tiren las colillas fuera de los ceniceros, lleven los perros sueltos, se cuelen en las colas, no me dejen colarme a mí. Gruñiré, gruñiré y gruñiré, y las casas de paja derribaré.
Daré de comer a los gatos en los parques…
Jamás daré de comer a una paloma por mucho signo de la paz que sean…
Pues, eso.

miércoles, 12 de enero de 2011

Fumar, o no fumar… That’s the question.

¿Convertirse en policía de otros? Esa también es la cuestión ¿no?
El Desgobierno prohíbe cosas, establece normas, crea leyes y decretos que a todos obligan y, cada día estamos más “teledirigidos” y más mediatizados.
Recicle su basura: Nunca hubo en las casas más bolsas de basura danzando… Esencialmente, porque en ese reciclaje (que aplaudo, no lo duden), requiere unos días para llenar de artilugios varios cada bolsita correspondiente al contenedor especializado. O sea, que nosotros reciclamos como posesos para que sea más fácil para los operarios correspondientes la clasificación de nuestras basuras.
No fume en lugares públicos, que el tabaco mata: Vale don desgobierno, pero… ¿siguen vendiendo tabaco en los estancos? Siiiiiiiiiiiiiiiiiiii, naturalmente. Nadie prohíbe el tabaco ni su consumo, pero suben el precio y se forran con unos impuestos que, no revierten en ayudar a los fumadores a abandonar tan peligroso vicio… Si quieres dejar de fumar con ayuda, te lo pagas de tu bolsillito. Y vengo de una generación en la que fumar era un acto social, algo potenciado por la publicidad, si fumabas eras más alto y más guapo, montabas a caballo como el Zorro, y el mundo entero se rendía a tus pies… Y fumábamos, Marlene Dietrich cantaba “Lilí Marlen” con un cigarrillo insertado en una boquilla larguísima, con su voz de cazallera teutona y el público lo encontraba sublime.
Nadie era un “apestado infernal” por fumar… Y el tabaco, era tabaco de liar o ya liado sin boquillas de filtro, y TODOS fuimos fumadores pasivos y activos y aquí estamos. Sanos, enganchados –eso sí- porque con los años, las tabacaleras se han hinchado a mezclar el tabaco con guarrerías varias, pero ahí no se mete nadie que el negocio es redondo. Si yo gobernara, analizaría en profundidad los aditivos y –sobre todo- de los miles de euros que recaudara de los impuestos que gravan el producto, una gran parte estaría dedicada a colaborar con todo aquél que quisiera dejar de fumar, que parece que es lo justo.
Y ¿qué haremos si encontramos a alguien fumando fuera de los límites establecidos? Que cuidadín, no están muy bien explicados. ¿Denunciaremos? ¿Abochornaremos al infractor? ¿Caminaremos con un metro de carpintero para medir las distancias?... Me espanta encontrar respuesta a estas preguntas.
Me horroriza la gente que se para en la calle a afear conductas ajenas a grito pelado. ¿Quiénes somos nosotros para meternos con los demás?
Comprendo la necesidad imperiosa de educar, entiendo que será la próxima generación la que se encuentre con una situación creada y se criará con esas perspectivas. Benditos sean. Serán mucho más sanos y perfumados que nosotros. Aunque –disculpen- si el tráfico continúa creciendo en la misma proporción que en la actualidad… las paradas de autobuses, o el simple paseo entre los atascos… tampoco será propicio para una salud impecable.
Ayer escuchaba en unas Noticias, que un usuario de cafetería estaba muy satisfecho de salir después de tomar café sin el olor a tabaco en la chaqueta, pero yo tengo que decir que los que desayunan en las cafeterías, cuando suben al despacho huelen a fritanga, a aceite de mala calidad quemado. A calamares fritos, a croquetas, a carne a la plancha y que “antes”, también.
No sé, disculpen esta diatriba, pero estoy un poquito “quemada” por aquello de que me miren mal, si tengo un cigarrillo encendido en el Paseo de la Castellana, en plena calle, disputándome el honor de ahumar al personal con los autobuses, los taxis, las camionetas de reparto, los camiones y los coches, motos, motocicletas, etc. No me miren mal, yo no lo hago con los que no fuman. Es más, intento por todos los medios no molestarles. Educadita que es una.

lunes, 10 de enero de 2011

Una “cuesta” de enero más…

2011 comienza, ha llovido abundantemente y el campo está precioso alrededor de la casita de madera. Los árboles brillan con la luz, como si se hubieran encendido millones de diminutas bombillitas.
El aire es fresco y limpio.
Nunca me hice propósitos especiales ante el comienzo de un nuevo año, y éste no va a ser especial en ese sentido. No son propósitos, son deseos lo que yo tengo. Miles de deseos que –tampoco esta vez- se verán colmados. Suponiendo que el factor “suerte” tuviera que ver en la consecución de los deseos… Está claro que se trata de un factor del que no gozo en absoluto.
Enero se presenta como la cumbre del Aconcagua, inaccesible, impracticable para una criatura poco dotada para la escalada y, esa soy yo.
Me he sentido querida estos días de fiestas navideñas, “mis niñas” son magníficas. Supongo que saben de mi amor incondicional por ellas, pero por si así no fuera, lo escribo aquí y ahora, donde quizá no me lean pero donde queda mientras dure este insignificante Blog denominado “Insomnia”.
A lo largo de vuestra vida (mucho más corta que la mía) habéis ocupado mi corazón día tras día, me habéis enseñado cosas y habéis aprendido cosas de mí. Habéis estado conmigo en momentos difíciles, y especialmente la madre de las criaturas…, mi apoyo, mi colega, mi confidente, mi  Pepito Grillo, mi gemelita…  Mi niña, mis niñas. Caiga quien caiga, ¡¡mis niñas!!
Deseo salud, ante todo, para todos los míos y –por supuesto- para mí. Deseo que las cosas que necesita una “vida” normal, dejen de subir sus precios desaforadamente. Deseo que mi situación laboral no empeore, que ya se está estropeando bastante… Deseo tiempo extra y posibilidades de viajar si me necesitan, y si no, también. Siento la necesidad de empaparme de los míos, de disfrutar de su presencia en cualquier momento, y quiero poder darme ese placer.
Tengo una hermana que es mucho más que eso. MI hermana, la única que tengo, la que me permite tener aún unas raíces entroncadas en algún espacio, y deseo que sea así durante muchos años. Algún día no muy lejano, estaremos juntas las dos, con algún perro y quizá un gato. Con horas y horas para compartir, haciéndonos mutua compañía.
Me siento querida por mi gente, soy millonaria en afectos y quiero seguir así.