lunes, 21 de febrero de 2011

A VECES ME ROMPO...


A veces me rompo. En mil pedacitos minúsculos que se dispersan por todas partes hasta que consigo recomponerlos. En esos momentos sé, que tengo de marcharme de donde quiera que esté. Que no puedo permanecer ni un segundo más en los sitios, que necesito volar lo más alto y lo más lejos.
Y volé bajo la lluvia, atravesando la niebla a duras penas y pensando que –de pasarme algo- al menos cobrarían el seguro de vida que tengo a través de la empresa. Catatónica, descompuesta, con un dolor profundo instalado en el corazón.
Y lo entiendo todo, que quede claro. Pero no puedo evitar que me duela tanto. Nada he pedido. Nada quiero. Saldré. Me costará más o menos, pero saldré una vez más a flote y no soy orgullosa. No es orgullo, en absoluto, pero jamás tendré un problema con mi gente por dinero. Así lo he entendido siempre y creo que ha quedado clarísimo en todo momento. Bien, ahora más. Ahora necesito que quede más claro que nunca.
Entiendo todo, insisto. Creo estar dotada de un cerebro amueblado como un piso piloto. Puede cuestionarse su utilización, pero jamás su existencia.
De todo esto sacaré algo nuevo, y necesito canalizar la experiencia sin que nadie salga dañado. Mi necesidad nace del exceso de conocimiento de mí misma. Puedo ser generosa hasta la saciedad, puedo ser comprensiva incluso en exceso, pero también puedo alejarme de todo lo que me daña y enterrarlo hasta el fin de mis días. Todo depende en este momento de cómo enfoque lo que ha sucedido. De que me empeñe en comprender lo que ha provocado todo esto y alguna actitud que se me escapa. No he sido jamás inaccesible para nadie y me cuesta entender lo ocurrido a lo largo de estas dos semanas largas. Mi fin de semana ha sido absolutamente demencial. Poco a poco espero retomar la serenidad y terminar de recomponer mis pedacitos.
Deseo volver a ser la misma de siempre, aparcar todo esto en el limbo de las cosas imposibles. Y pasar página.
El hilo que me separa de la depresión profunda está muy tenso. Camino invariablemente por el filo de un precipicio y no quiero mirar abajo. Tengo mis pastillas mágicas, he aumentado la dosis para dormir y de momento, duermo de un tirón. Tanta química confío en que no me convierta en Mr. Hyde.
Rematando la situación se encuentra el tema laboral…
Ya no me sirve de liberación para nada, no me divierte, no me permite aprender nada nuevo…
¡¡Que oportuno, todo!!

miércoles, 16 de febrero de 2011

ESTO DEBE SER LA LEY DE MURPHY...

¿La Ley de Murphy?

Últimamente funcionan las cosas aún peor, y eso debe ser la famosa Ley de Murphy…
Y no es que esto último no sea normal, es simplemente que me va a costar muchísimo asimilarlo y más aún aceptarlo.
Mi cómplice se va de casa. Sus circunstancias laborales lo exigen y probablemente también las personales. Lo entiendo perfectamente. Pero siento que me despojan de algo que me resulta vital, en este maremágnum de cosas imposibles rodeándome.
La primera vez que dio el paso lo tenía a cinco minutos de coche, me invitaba a comer, a ver pelis de vídeo… Incluso puede que nos viésemos entonces más de lo que nos vemos ahora. Y estaba ahí, a un pasito.
 Mi otro muchacho tiene su vida que discurre también muy cerca, pero son las suyas otras circunstancias y las mías completamente distintas a entonces. De ahí mi desesperanza y mi tristeza tan profundas. No dispongo de tiempo ni de tantas otras cosas que me encantaría poseer y compartir. Tampoco él parece necesitarme en absoluto y hay cosas que no pueden forzarse.
Mi cómplice vuela y yo me siento como si me abrieran en canal con un hacha.
Ayer miraba a mi alrededor y sentía que si –de pronto- pierdo la opción de que se abra una puerta y entre mi torbellino gastando bromas, contando chistes horribles, o diciendo barbaridades… Se me van con él un montón de opciones para desconectar.
Y pienso en toda una vida huyendo hacia delante, empujando el tiempo para que pase pronto, apretando los puños, rechinando los dientes. Y no me gusta.
El día en que yo me marché, él fue el único capaz de entenderme y escucharme.  Aunque parezca lo contrario, es poco comunicativo con sus cosas, y no es fácil que se abra lo suficiente para hacerte partícipe de lo más profundo. Pero sé que no es feliz, que se encierra con sus cosas y se mantiene lo más lejos posible del resto. Él también huye hacia delante, él también empuja el tiempo con todas sus fuerzas y le entiendo perfectamente, porque se parece tanto a mí, que me hace daño…
Daño porque no somos retorcidos, ni ladinos. Porque nos las pueden dar todas en el mismo carrillo y quizá se nos salten las lágrimas… pero no nos defendemos con la violencia, ni somos estrategas, ni vengativos, ni malintencionados.
Mi cómplice va a la deriva, y necesita agarrar firmemente el timón de su vida. Definirse de una puñetera vez y lanzarse sin paracaídas a la consecución de sus fines. Es noble mi niño. Es generoso. Merece algo mejor y deseo que encuentre el camino.
Los días pasan y mi dolor se agudiza. Soy Capricornio, signo de tierra. Necesito sentir el suelo firme bajo mis pies, no quiero volar ni navegar, quiero caminar y sentir la dureza del camino a cada paso. Él también es Capricornio…
Se equivocó la paloma,
Se equivocaba…