El largo camino recorrido me mantiene en un estado de “me la pela todo”, que empieza a ser preocupante. Estos días he tenido miedo. Un miedo sordo que me ha hecho rebobinar el año 2011 enterito.
Ayer fue un día muy largo, muy extraño desde el amanecer. La espera para salir, la espera para ser recibida… La sensación de estar sola sin estarlo: Pepinillo me acompaña, Mario conduce, Alfi llegará desde Madrid. Y mi soledad no puede paliarse con un tío conectado por las dos orejas a la Cope. Cuando le hablo no me oye, cuando me habla grita y retumba la sala de espera…
Desde aquí se irá al AVE que le llevará a Valencia, y no puede perderse el programita de cada mañana…
Salgo a fumar, porque si me quedo sentada junto al “conectado” le canto dos yoyas.
Cada persona que entra en la consulta tarda una hora, se supone que voy la tercera y acaba de entrar la segunda… Suena mi móvil y la voz suave y reposada de mi pequeño gran Fernando, me inunda de calor. Y mi soledad ya no lo es tanto. Este niño es tan grande por dentro como por fuera, mi Ceditas estaba muy orgullosa de sus retoños y, ahora lo estará más aún.
Si realmente existe un lugar desde el que nos cuidan y protegen, a mi hermana tendrán que agrandarle la “parcela”.
Mi Patu no podía estar ayer conmigo. No la llamé hasta después, porque yo sé que el hecho de pasar por la cercanía de PdH, le produce un impacto emocional enorme. No quise hacerle pasar por semejante trago. Y si no tuviera un rinconcito donde descargar mis Insomnias, nadie se hubiera enterado…
Gracias Fernando.
Tu inservible madrina se sintió ayer muy protegida gracias a ti. Quizá porque los que viven el día a día piensan que todo está dicho, que se sobreentiende, que no hacen falta las palabras. Pero sí que hacen falta, sí. Nunca están de más. Son imprescindibles en determinados momentos. Las palabras expresan los sentimientos, nadie tiene que interpretarnos si sabemos comunicarnos.
Gracias chiquitín. Te quiero. Mucho.